Desde hace un tiempo que venía gestando la idea de iniciar este espacio, este blog, pero no encontraba la manera apropiada ni el momento apropiado para hacerlo. Este 9 de julio, la naturaleza nos maravilló a todos, aquí en Buenos Aires y nos dejó ver nuestra ciudad toda de blanco, llena de nieve.
¿Que más se podía pedir para el día del aniversario de nuestra independencia, para un feriado de descanso y de familia? Sin lugar a dudas, fue distinto a lo que todos esperábamos.
¿Cuántas cosas habrán pasado? ¿Cuanta espontaneidad habrá generado? ¿Cuántos chicos volvieron a las calles a jugar, haciéndonos recordar tardes de nuestra infancia, sobretodo, para los que ya pasamos los treinta? ¿Cuántos habrán aprovechado la ocasión, romántica por cierto, para sellar su amor? ¿Cuántos habrán aprovechado para reencontrase en el juego con sus hijos? ¿Cuántos habrán repensado su vida, mientras les caía la nieve sobre sus cabezas, volviendo a creer, recuperando esperanzas? No lo se. Pero estoy seguro que muchas de estas cosas sucedieron.
Ojala nieve más seguido en nuestras vidas, ojala la naturaleza embeba de alegría nuestro mundo. ¿Es así como debería ser? O deberíamos descubrir en cada átomo de oxígeno, en cada gota de agua, en cada mirada, en cada ser y en cada segundo; que la vida se prolonga en los juegos, en las emociones y en los actos que distinguen nuestra existencia.
En las cartas de lectores del diario Clarín, leí varios comentarios de gente sumamente enojada por toda esta demostración de felicidad en las calles, haciendo referencia a las tantas familias que padecen el frío y que se encuentran sin hogar.
Es tan cierto como terrible que el frío haga daño a nuestra gente más humilde, aquella que sin lugar a dudas no puede acceder a necesidades básicas. Pero también es cierto que hace dos meses que el frío, aunque sin nieve, no cesa y que esto ocurre todos los inviernos, aunque alguno sea más crudo que otro. Mientras tanto toda esta gente duerme en las calles, y es ahí cuando pareciera ser que no lo recordamos, o no lo tenemos en cuenta y nadie sale a decir algo al respecto y menos que menos a hacer; salvo que algún acontecimiento amerite el comentario oportuno u oportunista en el foro de un matutino. Bastaron entonces unos copos de nieve para recordarlos, para un par de días después nuevamente olvidarlos.
Reflexiono, encuentro analogías. Como lo fue la de este sábado, gritando los goles de la selección argentina enfrentando a la de Perú mientras esa misma gente en la calle no comía, o aquellos padres que se emocionan al presenciar el nacimiento de sus hijos en un lugar cálido y agradable, habiendo tantos niños que no corren la misma suerte.
Valorar lo que nos alegra, disfrutar de nuestros días, intentar superarnos y permitirnos hacerlo, no creo, sea sinónimo de incomprensión y falta de solidaridad.
Y pienso un poco más, me permito imaginar, y veo mucha de esa gente de la calle unida en un grito apasionado de gol, junto a quién ocasionalmente pasaba por allí con su radio portátil en la oreja; o imagino a aquella mamá de la calle, que se acerca a otra mamá pidiéndole una moneda para el pan de sus hijos, y se alegra con el gesto del bebe, de apenas unos días de vida, que está en el cochecito de esta última.
Concluyo, en que hay 'pobres' que quieren hacernos creer que piensan permanentemente en el prójimo.
¿Como podría llamarlos?.... ¿demagogos?
